jueves, 18 de septiembre de 2008

Lujo canino

Me encontré esta nota y me sorprendió descubrir que la cafetería mencionada que está en el mismo edificio deonde vivía mi carnalito Miguelo (http://silabario.blogspot.com/.) Ahí pasé muchas buenísimas horas jugando, platicando, bebiendo, aprendiendo, alucinando... pero ese es tema de otro relato. Primero pongo la nota, luego lo que pensé.

Una cafetería canina en México encandila a sus clientes de cuatro patas
Alrededor de cien perros disfrutan cada mes del sushi, los sandwiches y los pasteles especiales de una cafetería diseñada para esos clientes de cuatro patas en el centro de la capital mexicana, un lujo asiático en una urbe donde hay unos tres millones de canes callejeros.


Tan solo dos años después de su inauguración, la cafetería
Bow Wow Deli se ha convertido en el punto de reunión de los amantes de los perros de clase media y alta en la colonia Roma de Ciudad de México. "En ningún lugar te aceptan con perro, aquí sí. Creo que es una gran idea. Yo he viajado a muchos países y existen lugares como éste, así que por qué aquí no", dice Alejandro, de 31 años, que acude al local con un galgo hembra llamada Alejandra, que devora unas porciones de sushi. El Bow Wow Deli tiene el aspecto de una cafetería normal, con mesas y asientos para humanos, así como esculturas y cuadros dedicados a los canes, pero cuando uno de los clientes aparece con su mascota al perro le sacan una pequeña mesa a nivel del suelo con huecos para la comida y la bebida.Los platos que se sirven en el establecimiento se elaboran de acuerdo a una dieta fijada por una veterinaria a partir de carne de avestruz, cordero y pollo, con los elementos nutricionales que requiere el organismo de esos cánidos. Entre esas delicias, las más populares son los pasteles, que se suelen comprar para celebrar el cumpleaños de la mascota. Éste es el caso de Dona, una perra de raza chihuahua que celebra su segundo aniversario en compañía de Esteban, su propietario, y la novia de éste. "Es un lujo porque está cumpliendo años, por eso le trajimos a que tuviera este detallito", comenta. El precio de estos pasteles es de unos 40 pesos (aproximadamente cuatro dólares), el mismo de un menú del día de tres platos en un restaurante popular, en un país donde viven unos 106 millones de personas, de las cuales más del cuarenta por ciento son pobres. Para entrar en el Bow Wow los cánidos deben cumplir ciertas normas. "Parte del reglamento que existe para los perros es que deben traer correas, para evitar las peleas, y que las perras no pueden estar en celo por higiene", señala el responsable de relaciones públicas del negocio, Emilio Morales.Tampoco pueden ocupar los asientos reservados a sus dueños. "Ésta es una cafetería para perros, pero no pretendemos que ocupen el lugar de los humanos. Los animales deben estar en el piso, donde se les pone su mesa", indica Morales. El Bow Wow nació por iniciativa de una japonesa llamada Niki Makai que, acostumbrada a vivir en Japón y Nueva York, echaba en falta un restaurante al que poder llevar a comer a sus mascotas.La falta era especialmente notoria en la Roma, "un sitio donde la gente tiene principalmente perros como mascota", precisa Morales. Por ello fundó el Bow Wow, cuyo éxito ha sido tal que en los próximos meses se abrirán varias sucursales más en la capital mexicana. Además de los alimentos, en la cafetería se ofertan numerosos objetos de estética canina, como correas, pulseras y muñecos de peluche, "algunos de ellos importados de Estados Unidos". Morales asegura no haber recibido ninguna crítica negativa del establecimiento."Al contrario, todas han sido positivas", incide. Esto es especialmente chocante cuando, de los cinco millones de perros que se estima viven en esta urbe de nueve millones de habitantes, tres son perros callejeros, y cada mes se sacrifican 120.000 canes. Asimismo, Morales tampoco considera "frívolo" el local, a pesar de que en México más de cinco millones de personas sufren desnutrición y de que el 10% de la población percibe el 52% del ingreso, según datos gubernamentales. EFE

Me causa una doble emoción esta nota, como tantas paradojas de esta vida. Primero dije ¡qué bien, un lugar para ir con mi perrita! y conforme leí (por suere el artículo es un poquito crítico al respecto) fui conciente del hecho de que muchos perros son mejor tratados que miles de personas. Yo he dicho que los perros son muy buenas personas, y lo son, lo creo, sin embargo hay límites entre el amor a los animales y el desamor a la humanidad. Hay datos interesantes en el artículo acerca de esta contradicción "...en México más de cinco millones de personas sufren desnutrición" y ya para hacer analogía de números dice "de los cinco millones de perros que se estima viven en esta urbe de nueve millones de habitantes, tres son perros callejeros, y cada mes se sacrifican 120.000 canes".

Frente a eso surge la inevitable y lapidaria conclusión de "¿pero yo qué puedo hacer por esos millones de personas desnutridas?" Como no puedo solucionar el hambre de la gente entonces como con culpa, invariablemente me acabo todo lo del plato, miro con supuesta empatía a la gente pobre y me consuelo pensando que eso no está en mis manos solucionar... como no puedo hacer nada pues mejor así me sigo.

Del lado de los perros está la actitud salvadora que pega especialmente a quienes tenemos afición perruna y entonces rescatamos, alimentamos o tratamos de colocar perros callejeros, o en "situación de calle" como se dice con lenguaje oficial(ista), para de algún modo hacer algo efectivo y útil con el grave asunto. Pero salvamos uno, dos, tres, quizá cinco perros o más. Eso tampoco soluciona nada, aunque algo es algo, se dice una para consolarse.

Ayer pasé frente a un local donde promueven la adopción de mascotas, una tienda con productos muy kukis para los animales y servicio de peluqiería y baño. También hay un panel donde la gente puede poner sus anuncios de perro perdido o regalo perro o vendo perro o contrata mis servicios para pasear a tu perro, entreno a tu perro, ven a nuestro rincón de tranquilidad perruna y déjanos a tu perro cuando salgas de vacaciones... y ahí me detengo: hay fotos de un bello jardín para que los perros jueguen, un patio de cemento con cojines en los que los perros descansan, ahí tienen su cuarto (no jaula) los bañan, los alimentan, les dan cariño. Mientras veía el letrero sorprendida por tanto lujo se acercó un niño vendiendo pepitorias (esos dulces de oblea y pepita), era no mayor de 5 años, muy pobre, seguramente con hambre, hablaba una lengua indígena, ofrecía sus productos con cara de hastío, con sus ojos perdidos como anticipando la negativa. Se puso junto a mí a mirar las fotos. Pensé en su vida y en la de esos perros, mucho más afortunados. Me fui, recordando para qué vale la pena cambiar las cosas de este mundo, para quiénes, para los que faltan.

Hablando de soluciones ¿en serio creo que un problema tan complejo merece mis nubladas reflexiones? En fin, lo pongo nomás pa sacarlo, para sumar un resquicio al laberinto de los pensamientos de esta tarde.

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