jueves, 28 de abril de 2011

Mi perrita con suerte... mala

Katara, de nuevo, sufrió un infortunio...
Jugábamos lanzamiento de pelota, pero esta vez era muy chica, y en una de esas la cachó tan exactamente bien que... ¡se la tragó! completita directo al estómago. Luego la buscaba, la pobre, sin mucha idea de dónde había quedado...
Total, la observamos unos días y el veterinario dijo que era malo si vomitaba, y vomitó. Así que ayer la llevamos a que le sacaran una radiografía y ahí estaba la mugre bola, aún en el estómago por suerte pues por el intestino no pasaba.


Ahí se puede ver, el churrito negro a la derecha son los intestinos.

Total, tuvo que quedarse y ser operada de inmediato. Y salió bien, ayer mismo vino de vuelta a casa, está triste y adolorida pero come y toma agua y mueve su colita y se deja acariciar con ojitos de mártir.

Mi Katita y su mala suerte... 
Mi Katita y sus muchas vidas, como gato, gata, por eso Kata.

miércoles, 13 de abril de 2011

Una tarde soleada y feliz

Alegría perruna.
Estamos en la fuente, hace mucho calor y ellas se refrescan, juegan, exploran.
Katara se obsesiona con su pelota y descubre un nuevo juego: hay una coladera en el agua que hace un remolino en el que deja caer su pelota para que sea revolcada, desaparezca, aparezca y ella pueda pescarla de nuevo.
Rita busca restos de comida que la gente deja (qué cochina es la gente a veces, pero también debería haber botes de basura para tirar los despojos). Yo siempre evito que coma en la calle pues muchas veces se ha enfermado pues come cualquier cosa, podrida o no, pero ayer la dejé a sus anchas, impedírselo me estresa y enoja, y estoy en pro de la calma zen...
A ratos las dos buscan en el remolino la pelota, Rita la pesca, sale, me la ofrece, luchamos por ella, Katara se alista para ganarla y siempre la gana en cuanto escapa de las fauces de Rita. Kata corre, la suelta, la agarra, corre, la empaniza en la tierra, vuela veloz al agua, la pelota suelta una nube café al caer, se lava, se hunde, flota.
Con las continuas salidas perrunas de la fuente se forman charcos a donde baja una tortolita persistente a beber de los charquitos, sedienta y sobresaltada, pues a cada rato tiene que volar despavorida ante la inminente curiosidad de Kata que desde adentro la mira y sale por ella, cazadora incansable de pobres presas distraídas. Pero por suerte no caza nada esta vez.