En Chapultepec, un día festivo, está lleno de gente.
Pero fuimos porque las perritas lo disfrutan muchísimo.
Andaba por ahí otro perro, como tantos, con su familia, papá, mamá e hijo de la especie humana, y mis perras trataban de olerlo, de acercarse, pero el dueño las repelía, agarrando a su perro para que no se les lanzara. Lo oí decir "no seas peleonero", aunque yo no vi que lo fuera porque estaba absorta mirando un pájaro rarísimo en un árbol, era un pájaro grande, con cola medio larga y un penachito que se bifurcaba en dos antenas, bellísimo, por desgracia no llevaba los binoculares y no lo vimos muy bien, pero bueno. En esas estaba cuando oigo al tal señor diciendo no, no, shhh shhh, ahuyentando a mis perras. Las llamé, una vino pero la otra no venía, porque es curiosa y desobediente cuando se le da la gana, entonces yo Ritaaaa, Ritaaaaa veeeen, y el señor dando vueltas sobre su propio eje con el perro agarrado del cogote (de su collar) y las dos patas delanteras al aire, girando, girando ridículamente, hasta que por fin vino mi perra...
Mientras el señor se acomodaba se le acercó su hijito, como de dos o tres años, con un palo largo en la mano y cuando el señor se agachó un poco el niño entró en su radio de movimiento y el palo encontró su ojo, el ojo se precipitó al palo, un instante de coincidencia infinitamente maligna... lo que siguió es: el señor suelta al perro, da un reparo, grita y se agarra la cara y ¡zaz! patea certeramente a su hijo, una patada bien acomodada entre sus piernitas y su vientre, un ruido seco, plop, el seco percutir de un pie grande contra un diminuto cuerpo sorprendido, instante de sorpresa de la madre y del niño, ella algo dice, el niño comienza a llorar con un grito, la madre lo carga, el padre aúlla de dolor y dice "quería patearle el palo". Mientras, el perro de la discordia se va un poco lejos de aquella escena y yo miro consternada lo que en menos de 5 segundos pasó y me siento culpable, avergonzada, enferma, dolida, de todo. Culpable por pensar que mis perras detonaron la histeria del señor que controlaba a su perro y en medio de todo eso pasó lo que pasó. Pero me avergonzó, sobre todo, presenciar cómo un animal de mi especie pateaba a su cachorro, cómo le ganaba la neura, la rabia, cómo se cegó literal y metafóricamente.
Tuve asco, sudor, pena, rabia, lástima, hasta compasión por el tipo, pensé que después se iba a sentir muy mal por lo que hizo, y deseé con todas mis fuerzas que el niño nunca recordara esa patada... lo dudo, no lo sé.
Nos fuimos rápido. No fuera a ser que el señor, en su cólera, también nos agarrara a patadas.
5 comentarios:
QUE HOOOORRRRRROOOOOOOR, HASTA EL ESTOMAGO ME DOLIO
verdad? chaleeeeee
Lo leí, aunque me dijiste que no, es horrible, pero me asusta hacia dentro, ahora soy mejor, pero por épocas he sido horrible horrible madre, ¿volveré a serlo?, yo creo que mi hijo recuerda todas y cada una, pero peor, le lastimaron para siempre, ¿hay una lección como padre en esto? es muy complejo, aunque por otro lado, claro que muchos adultos son simplemente abusivos e imbéciles.
Chilita san, no hay manual de maternidad, tú eres buena persona y buena mamá, se nota en Itzcóatl, sé orgullosa de ello. El tipo ese y tantos otros y otras simplemente son personas jodidas del alma, del corazón, quién sabe...
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